La Barbie menos sostenible
Actualizado: 16 nov 2023
La nueva película de Barbie se estrenó el 21 de julio, aunque lleva meses en boca de todos gracias a su impecable estrategia de marketing. El problema es que nadie se ha planteado cuánto contamina todo el merchandising que se ha creado a su alrededor.
Los cinéfilos y expertos en materia apuntaban que la película live action de Barbie sería todo un éxito cuando se anunció que sería Greta Gerwig su directora. Conocida por películas como Lady Bird (2017) y Mujercitas (2019), la estadounidense siempre ha marcado la diferencia con sus películas y el papel que las mujeres tienen en ellas. Sin embargo, su mayor éxito ha llegado con Barbie (2023).
La famosa muñeca de Mattel lleva décadas siendo un icono de la cultura pop y la moda, pero con el lanzamiento de su nueva película se ha desatado una fiebre de consumismo de todos aquellos productos de merchandising relacionados con el mundo de Barbie. Sin embargo, detrás de este boom se esconde lo que verdaderamente debería preocuparnos: la creación masiva de cualquier producto tiene un alto costo ambiental y es altamente contaminante.
Mochilas, ropa, juguetes, accesorios, maquillaje, sábanas, fundas de móvil… Todo tipo de productos han sido creados a raíz de la película de mano de Mattel en colaboración de diversas marcas, aprovechando el entusiasmo de los fanáticos de Barbie para impulsar las ventas y los beneficios.
El problema es que, como suele ocurrir, se ha pasado por alto el impacto ecológico que conlleva la producción masiva de estos artículos. Por mucho que Mattel haya sacado a la venta una colección de muñecas hechas con un 90% de plásticos reciclados o incluso una Barbie con el nombre de la primatóloga Jane Goodall, eso no cambia el impacto que sus productos puedan tener en el planeta.
La fabricación, el transporte y la eliminación de productos antiguos de merchandising generan una considerable huella de carbono, contribuyendo a la crisis medioambiental que llevamos enfrentando desde hace décadas. Producir masivamente nuevos productos conlleva un elevado consumo de recursos naturales y energía, así como la generación de residuos y emisiones de CO₂. Debemos tener en cuenta que estos productos están hechos, en su mayoría, de plásticos, metales y textiles sintéticos, los cuales provienen mayormente de fuentes que no son renovables.
El hecho que Barbie (2023) sea un fenómeno global implica que sus productos sean distribuidos mundialmente a través de buques, aviones o camiones, generando emisiones significativas de CO₂ debido al consumo de combustibles fósiles que estos vehículos usan para su distribución. Esto se debe a que estos productos suelen producirse en países dónde la mano de obra se paga a precios bajos, como sería el caso de China o India, aumentando la distancia hasta los puntos de venta.
Una vez haya desvanecido la emoción de la película y la novedad pase, muchos de estos artículos que no hayan sido vendidos -o incluso los que sí lo han sido- terminarán en vertederos gigantes, contribuyendo a la acumulación de residuos sólidos y plásticos en nuestro planeta. La degradación lenta y a menudo no biodegradable de estos productos agrava aún más el problema de la contaminación ambiental y marina.
La avalancha de merch que acompaña a películas y grandes eventos de entretenimiento refleja a la perfección la cultura del consumo excesivo en la que vivimos, una cultura que raramente considera las consecuencias medioambientales. Es por eso que como sociedad es crucial que reflexionemos antes de hacer compras por impulso, fomentando el consumo responsable y sostenible.
Las grandes empresas, que son las que más contaminan, deben considerar alternativas más ecológicas para la producción de sus productos, igual que el uso de materiales reciclados y/o sostenibles, la producción local, y el diseño de productos de mayor durabilidad y calidad. Solo mediante el consumo responsable y la adopción de prácticas más sostenibles podremos asegurar un futuro más limpio, seguro y sano para las generaciones venideras.
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